Compositor, pianista y
violinista austriaco. No existe, en toda la Historia de la Música, una
vocación que se haya manifestado tan tempranamente y que haya fructificado
tan espléndida y genialmente como la de Wolfgang Amadeus Mozart. De niño
despertaba simpatía por su aire desenvuelto, atractiva figura y comunicativa
cordialidad; pero admiraba aún más por su ágil inteligencia, habilidad
extraordinaria y capacidad creadora; no hubo una sola persona que al
acercarse a él, ver y comprobar sus singulares facultades, no se sintiese
maravillado: reyes, emperadores, príncipes, nobles, músicos, pueblo y aún el
mismo Papa, rindieron tributo al niño prodigio que fue Mozart; Hasse decía
de él: era un genio demasiado peligroso para la mediocridad de sus
compañeros de profesión; poseía un gusto exquisito para la vulgaridad en la
que preferían vivir sus contemporáneos; estaba por tan encima de todos, que
sólo otro genio, incapaz de alentar odios y rencores, Franz Joseph Hayden,
proclamaba en voz alta: "Yo sólo sé que Mozart es el compositor más grande
que tiene hoy el mundo". Después de su muerte la posteridad se ha encargado
de hacerle justicia: se le considera como uno de los más grandes maestros.
Su música es cristalina, sugestiva, llena de poderoso encanto y de honda
expresividad, envuelta en las galas de una sencillez aparente y de una
refinada y aristocrática discreción. La totalidad de ella repele al mal
gusto y se desarrolla en un ambiente de finura. Wolfgang Juan Crisóstomo
Amadeo Mozart nació el 27 de enero de 1756, en Salzburgo, Austria. Su padre,
Leopoldo, era violinista y estaba, como músico, al servicio del arzobispo de
aquella ciudad: se distinguía como buen maestro y, en el mismo año en que
nació su hijo, publico un método titulado "Ensayo de una escuela fundamental
del violín", que fue considerada como "obra maestra de buen gusto y de
técnica". Su madre, Ana María Pertl, era muy estimada por su sencillez,
dulzura y buen sentido, cualidades a las que unía una alegría encantadora,
una amabilidad complaciente y una discreción oportuna. El otro miembro de la
familia, cuando Wolfgang nació, era María Ana (Nannerl la llamaría), que
tenía cuatro años. Sus primeros años pasaron en el cálido ambiente de su
hogar amoroso, de una ciudad tranquila y sonriente que veía turbarse su
calma, de vez en cuando, por sanos esparcimientos de bullicioso contento.
Dentro de la casa el padre tocaba el violín, daba clases o copiaba música;
los domingos se reunía con algunas amistades y compañeros de trabajo, quizás
gustarían un vaso de cerveza y las buenas salchichas austriacas, dedicarían
algún tiempo a interpretar música de cámara o a cantar los tradicionales
cantos del país. Su hermana recibiría las primeras lecciones en el clavecín.
En este medio musical, el pequeño absorbía todo con anhelante empeño; se
cuenta que cuando no alcanzaba, por su estatura, a ver el teclado del
clavecín, se estiraba hasta tocar con sus pequeñas manos las teclas, y al
hundirlas, gozaba cuando sonaban agradablemente y lloraba cuando producían
sonidos inarmónicos, hasta que llegó a entender que lo primero sucedía
cuando quedaba una tecla intermedia, y lo segundo al tocar las dos
inmediatas; Así conoció el secreto de la consonancia y de la disonancia.
Algún tiempo después, su padre lo sorprendió escribiendo en un papel pautado
y al preguntarle qué hacía, contestó con todo aplomo: ¡Estoy componiendo un
concierto para clavecín! Entre los cuatro y los seis años compuso 22 piezas
que su padre publicó en una monografía. Por esto, al reconocer las innatas
facultades de su hijo, se dedicó a su educación con cuidadoso esmero: el
niño vencía las dificultades con toda facilidad, sus pequeños dedos corrían
por el teclado con asombrosa agilidad. En vista de los adelantos alcanzados,
Leopoldo tomó la resolución de emprender una gira con María Ana y con
Wolfgang. Al primer lugar que se dirigieron fue Munich, ciudad a la que
llegaron el mes de enero de 1762, y en la que causaron gran admiración:
Wolfgang tocó un concierto ante el príncipe elector quien le prodigó muchas
alabanzas. En septiembre del mismo año fueron a Viena. Para presentarse ante
el emperador el niño vestía "un traje de fina tela color lila; de seda y del
mismo color la chupa, adornada con una fila de gruesos botones de oro".
(Carta de Leopoldo a su esposa). Se cuenta que, cuando llegaron a la
presencia de la familia imperial, el pequeño, sin cumplimento de ninguna
clase, y ante la expectación general de la corte, saltó sobres las rodillas
de la emperatriz y le echó los brazos al cuello para besarla. Después de
haber tocado, y cuando todos celebraban su habilidad extraordinaria, Mozart
pidió al emperador que llamase a su maestro de capilla, Wagenseil, y una vez
que éste compareció, le dijo: "Señor, voy a tocar uno de sus conciertos;
tenga usted la bondad de voltearme las hojas". Mozart sería después un
huésped habitual del palacio de Schömbrunn: el emperador gozaría con él
proponiéndole toda clase de problemas musicales y se le trataría con
familiaridad; una anécdota cuenta que un día en que jugaba junto con otros
niños y niñas de su edad, en los jardines de la imperial mansión, tropezó y
cayó al suelo, causando la risa y burla de todos, menos de María Antonieta,
que sería después la infortunada reina de Francia, que le ayudó a ponerse de
pie y aun limpió el empolvado traje que se había manchado, a lo que el niño,
enjugando su llanto y besándola, le expresó su gratitud diciéndole:
"Gracias, cuando sea grande me casaré contigo" Schatner relata otra anécdota
que confirma la precocidad musical de Mozart; es la siguiente: "Su padre le
compró en Viena un pequeño violín para que se divirtiera con él como un
juguete. De regreso a Salzburgo, Wenzel, músico de la corte, fue a casa de
Leopoldo, acompañado de otro músico llamado Schatner, para ensayar un trío
que acababa de componer. Mozart se presentó con su violín y pretendió doblar
la parte que tocaba Schatner, a lo que su padre no solamente se opuso, sino
que lo regañó fuertemente; pero ante las súplicas del niño accedió a que
tocase, siempre que lo hiciera suavemente para no entorpecer el conjunto.
Pero desde los primeros compases, hasta el final, ejecutó su parte con una
precisión y una justeza tan grandes, que los tres músicos hubieron de
derramar lágrimas ante aquel prodigio de estupenda musicalidad". En julio de
1763, emprendieron los Mozart una nueva gira. Pero esta vez, Leopoldo
decidió que se viajaría lujosamente, en elegante carruaje, hospedándose en
buenos hoteles y huyendo de las relaciones que pudiesen comprometerlos. El
niño gozaba de estos viajes con intensa alegría. Visitaron Munich, Augsburgo,
Maguncia, Mannheim, Coblenza, Colonia, Aquisgrán, Bruselas, hasta que
llegaron a París en noviembre de ese mismo año; en esta ciudad permanecieron
algunos meses, causando, como en todas partes, una gran admiración y
recibiendo numerosos agasajos; fue allí donde se publicaron las primeras
cuatro sonatas de Mozart, dedicadas a la princesa Victoria de Francia. A
Inglaterra llegaron el 4 de abril de 1764: igual que en Viena y París, en
Londres tocaron ante la presencia del rey, Jorge III, de la reina Sofía
Carlota de Mecklemburgo, y de los nobles. El hijo menor de Juan Sebastián
Bach, Juan Cristián, que era maestro de la corte, propuso al niño una serie
de dificultades que éste resolvió muy fácilmente. En Londres hubieron de
permanecer 15 meses por enfermedad de Leopoldo: pero este tiempo lo
aprovechó Mozart dando numerosos conciertos y cultivando una estrecha
amistad con Juan Cristián Bach, de quien recibió provechosas enseñanzas "se
cuenta una bella escena en que el niño, sentado en las rodillas del maestro
ante el clavecín, improvisaba alternando con él, cogiendo al vuelo su
pensamiento, siguiéndolo y modificándolo a su gusto..." (Henri de Curzon:
Mozart) Abandonaron Inglaterra el 1º de agosto de 1765: en Francia visitaron
algunas ciudades, pero en Lila, hubieron de quedarse un mes por enfermedad
de Mozart. Después fueron a La Haya, donde María Ana enfermó también, al
mismo tiempo que su hermano recaía. Al cabo de cuatro meses volvieron a
París, y de regreso a Salzburgo, donde llegaron en noviembre de 1766,
pasaron por Dijon, Berna, Zürich, Ulm y Munich. En septiembre de 1767
volvieron a Viena. Pero una epidemia de viruela los hizo refugiarse en
Olmütz, donde los niños contrajeron la enfermedad. Nuevamente en Viena,
enero de 1768, Mozart recibió el encargo del emperador de escribir una
ópera, "La finta semplice", que tuvo la virtud de desencadenar las envidias
y las calumnias de esa ciudad: se decía que tal obra no había sido compuesta
por el pequeño, sino por su padre. En vano Mozart trató de demostrar lo
contrario prestándose a poner música a cualquier texto que se le presentase:
el resultado fue que la ópera no llegó a representarse. Otras obras fueron
compuestas en el mismo año, entre ellas la ópera "Sebastián y Sebastiana",
un concierto para trompeta, una Misa Solemne y una sinfonía en re menor. Al
año siguiente, 1769, el arzobispo de Salzburgo lo nombró maestro de capilla:
entonces compone otras dos misas, un Te Deum y otras pequeñas piezas. En
diciembre de ese mismo año emprende, con su padre, el viaje a Italia: este
tiene características triunfales: Verona Mantua, Florencia, Roma, Nápoles,
etc., fueron visitadas. En Milán se le hace una recepción sin precedente; la
población lo recibió con aplausos. Los maestros famosos: Sammartini, el P.
Martini, lo someten a pruebas musicales, y al salir triunfante, todas las
academias le abren sus puertas, los poetas le dedican versos, se acuñan
medallas conmemorativas, etc. Al escuchar el "Miserere" de Allegri, en la
Capilla Sixtina, lo escribe de memoria y el Papa Clemente XIV, al ser
enterado de esta hazaña lo hacer comparecer ante él y como reconocimiento a
su genialidad le confiere la dignidad de "Caballero de la Espuela de oro".
En el mismo año, 1770, se estrenó en Milán su ópera "Mitridate", que fue
representada 20 noches consecutivas con gran éxito. El trabajo al que se
sometió en Italia hubiese sido agotador para cualquiera que no tuvieses sus
facultades: continuamente tocaba, escribía e improvisaba sobre "temas" y
textos que le proporcionaba: Mozart lo realizaba como quien está jugando.
Regresó a Salzburgo por breve tiempo, para volver a Milán para el estreno de
su ópera "Lucio Silla" en 1772. Compone para el matrimonio del archiduque
Fernando y de la princesa Beatriz de Módena, la cantata "Ascanto in Alba".
Al morir el arzobispo de Salzburgo escribe, para la recepción del sucesor,
una cantata titulada "El suelo de Escipión". El nuevo dignatario, Jerónimo
Colloredo, no tuvo para Mozart las complacencias que su predecesor,
Segismundo: razón por la cual se vio obligado a renunciar, en el año de
1781. En los años siguientes escribe gran número de obras, entre ellas la
ópera "La finta giardiniera". Sin embargo, su situación económica era
precaria y deseaba obtener una plaza fija que le diese tranquilidad. Ofreció
sus servicios al elector de Munich, en condiciones insuperables, pues se
comprometía a escribir cuatro óperas por año y a tocar todos los días por un
sueldo de 500 florines; pero el elector no aceptó aduciendo que aún no tenía
suficiente renombre. Con igual propósito se dirigió a Augsburgo y a Mannheim,
donde encontró la misma negativa. Decide ir a París, aun cuando su amor por
Aloysia Weber estuvo a punto de hacer fracasar este propósito, lográndolo al
fin gracias a la intervención de su padre: llegó a esa ciudad, acompañado de
su madre, el 3 de julio de 1778. Pero esta vez no tuvo la misma favorable
acogida, pues la atención del público estaba aún empeñada en la lucha de "gluckistas"
y "piccinistas"; en cambio, recibió un fuerte golpe con la muerte de su
madre, el 3 de julio de 1778, que le causó una penosa postración: lleno de
amargura regresó a Salzburgo, donde se entregó al desempeño de las tareas de
su cargo, añadiendo en 1779, las de organista de la corte. Su ópera "Idomeneo,
rey de Creta", compuesta en 1780, por encargo del elector de Baviera, obtuvo
un gran éxito. En 1781, alejándose de Salzburgo, fijo su residencia en
Viena, donde contrajo matrimonio con Constanza Weber, hermana de Aloysia. A
partir de entonces la vida de Mozart toma un aspecto particular: ama a su
esposa entrañablemente; ella soportó calladamente los infortunios y
estrecheces de su vida conyugal; pero, desafortunadamente, no poseía los
alcances suficientes para impulsar a su marido como correspondía a su genio;
él poseía una alegría espontánea y fragante que hacía que las gentes de
quienes solicitaba ayuda no diesen crédito a las necesidades reales que les
exponía; su nueva situación le hizo abandonar muchas ambiciones de triunfo y
de gloria que pudo haber adquirido; las intrigas a las que se vio expuesto
no le daban reposo; pero su alma generosa y bien dotada halló siempre el
recurso optimista que evitó su derrota moral: si no tenía dinero para
comprar leña para los crueles días de invierno, cantaba e invitaba a su
mujer a bailar para calentarse; si el casero apremiaba, Mozart le endosaba
como pago una de sus bellas composiciones que fueron, para su poseedor, una
mina de oro superior a muchos años de alquiler de su inmueble. El camino de
Mozart fue llenándose de pequeñas tumbas de hijos que no lograban
sobrevivir; en 1787 murió su padre; pero en esos momentos de penas, cuando
las lágrimas de su esposa y las suyas propias ensombrecían los instantes de
su existencia, la música fluía de su corazón y de su entendimiento como un
bálsamo maravilloso: música en la que hay que saber apreciar, como entre
líneas, toda la grandeza que encierra, pues, ya sea orando, suplicando, con
tristeza o con dolor, tiene el pudor de no querer perturbar a nadie, para
dejar a los hombres que disfruten de los dones de Dios: de la vida y de la
alegría de vivir: ¡Música que, como un lago tranquilo de hondas
profundidades, sólo pueden comprenderla y gozarla en toda su amplitud las
almas elevadas! Por encargo del emperador compuso en 1781 la ópera "Un rapto
en el serrallo", pero su estreno en Viena fue acogido con frialdad. El
propio emperador le dijo a Mozart: "Es demasiado hermosa para nuestros
oídos, verdaderamente encuentro que hay demasiadas notas". A lo que el
compositor repuso: "Exactamente no hay más que las necesarias". Pero fuera
de Viena alcanzó muchas alabanzas y aplausos: Goethe dijo de ella: "Esta
ópera destruye todo lo que se ha realizado". Recibió nuevo encargo del
emperador José, en 1786, para componer una opereta llamada "El Empresario",
en la que Mozart deja algunas páginas de alto valor. El mismo año compuso
"Las Bodas de Fígaro", hermosa obra que fracasó el día de su estreno por la
malevolencia de sus intérpretes italianos, pero que en Praga alcanzó un
clamoroso éxito que convirtió al maestro en el ídolo de aquella ciudad. Fue
allí donde estrenó, el 29 de octubre de 1787, su magistral ópera "Don Juan":
la obertura de esta obra fue escrita en unas cuantas horas de la noche del
28 al 29 de octubre. Se relata, acerca del particular, que Mozart, agasajado
hasta lo inaudito por los habitantes de Praga, no se daba reposo para gozar
de la obertura, asistía a una reunión y se entregaba al baile con el
entusiasmo delirante que le causaba la danza. El empresario, inquieto hasta
el extremo, se acercaba a él para recordarle a él para recordarle que la
obertura no estaba escrita, a lo cual Mozart contestaba, señalándose la
frente y evadiendo su requerimiento: "¡No se preocupe, aquí la tengo!"...
Pero a la tercera vez que recibió esta contestación, alcanzó a replicar,
cuando ya eran cerca de las once de la noche: "¡Sí, mi querido Mozart, pero
los músicos no van a leer allí!". Entonces Wolfgang dando un suspiro de
tristeza, abandonó el salón para dedicarse a escribir. Llamó a su esposa y
le pidió que le preparase una jarra de café, al mismo tiempo que le decía:
"¡Mi pequeña Stanzi, no dejes que me duerma!"... Pero cerca de las cinco de
la mañana, el cansancio lo vencía, por lo que le suplicó a su mujer "¡Un
cuarto de hora nada más, un cuarto de hora déjame dormir!"... Accedió
Constanza, pero ella misma relataba después: "transcurrido el cuarto de
hora, reposaba tan profundamente que no tuve ánimo para levantarlo". Cerca
de las ocho de la mañana la partitura estaba terminada, pero aún faltaba
sacar las copias para cada instrumento. La función estaba anunciada para las
siete de la noche: el teatro estaba lleno a reventar, pero no había indicios
de que la representación se iniciara. Una hora después de la hora prevista,
el mozo distribuía las partes en los atriles de la orquesta y los músicos
salieron a ocupar su lugar. Entre bastidores, Mozart, nervioso y acongojado
se paseaba de uno a otro lado. Cuando salió a dirigir la obertura sudaba
copiosamente: los músicos tenían que leer a primera vista las partes de una
obra que nunca se había oído antes. Y cuando terminó la ejecución, el
público aplaudió delirantemente, uniendo a su manifestación de aprobación
los gritos de: "¡Bravo!... ¡Viva el Maestro!..." En cuanto tuvo oportunidad
el empresario se acercó a Mozart y le preguntó: "Y bien, ¿cómo salió la
obertura?..." A lo que Mozart le contestó: "Unas cuantas notas equivocadas
por el copista... pero en general muy bien". En ese mismo año, 1787, recibió
Mozart el nombramiento de compositor de la corte, con un sueldo de 800
florines anuales, con los cuales no alcanzó a remediar su pobreza. Viene
para el compositor una etapa en la que se dedica con ahínco a la música
instrumental: sus mejores sinfonías se producen en este tiempo. Efectúa
algunos viajes, recibiendo en Berlín tentadoras ofertas que rechaza con un
sentimiento de lealtad y de cariño para su emperador. Sus últimas óperas
fueron "Cossi fan tutti" (1790), y "La flauta mágica" (1791). Hacia 1789
sintió los primeros síntomas del mal que lo llevó a la tumba. Poco antes de
terminar "La flauta mágica", ya estando enfermo, un desconocido vertido de
gris se presentó a encargarle una Misa de Réquiem: "No me puedo desprender
de la imagen del desconocido, decía Mozart; lo veo por todas partes y me
ruega impaciente que realice el trabajo". Se dedicó a esta composición. El 4
de diciembre de 1791 les pidió a los amigos que rodeaban su lecho que lo
ayudaran a cantar la "Lacrimosa", de la incompleta obra, pero a la mitad de
su ejecución se interrumpió en sollozos; más tarde dio a su discípulo
Süsmayer indicaciones para terminarla. "Esa noche, (escriben David y
Federico Ewen), su esposa Constanza, su hermana Sofía, y el discípulo
Süsmayer se arrodillaron junto al lecho... Se llamó a un sacerdote para que
le administraran la extremaunción. A medianoche, Mozart se despidió de su
familia. Luego se volvió hacia la pared. Cuando lo tocaron comprobaron que
había muerto". Murió a la una de la mañana del día 5 de diciembre de 1791.
Su entierro se efectuó el día 6: una furiosa tempestad dispersó el cortejo
fúnebre. Varios años más tarde se levantó un monumento en el lugar que se
supone descansan los restos del inmortal maestro. La herencia de Mozart a la
Humanidad es gloriosa: 46 sinfonías, 20 misas, 178 sonatas para piano, 27
conciertos para piano, 6 para violín, 23 óperas, otras 60 composiciones
orquestales y numerosas obras más, cuentan en ella. ¡Su genio, como flor
inmarcesible, se recordará para siempre! ¡Su música perdurará con exuberante
lozanía!
Murió en Viena a la edad de 35 años el 5 de diciembre de 1791. Mozart
trabajó muchísimo y quizás este exceso de trabajo le llevó a la muerte. El
día de su muerte llovió copiosamente en Viena, por cuya razón nadie le
acompañó hasta el cementerio y recibió sepultura en la fosa común. Sus
cenizas no han podido conservarse. Varios años más tarde se levantó un
monumento en el lugar que se supone descansan los restos del inmortal
maestro.
La herencia de
Mozart a la Humanidad es gloriosa: 46 sinfonías, 20 misas, 178 sonatas
para piano, 27 conciertos para piano, 6 para violín, 23 óperas, otras 60
composiciones orquestales y numerosas obras más, cuentan en ella.
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